Hola, ¿cómo estás?
Antes de comenzar este nuevo ensayo que preparé para vos quiero compartirte algo:
Si sos Product Designer o Diseñador UX/UI, la semana pasada publiqué una plantilla de Notion gratuita para ayudar a diseñadores y agencias a cerrar propuestas con clientes y maximizar la productividad en sus proyectos de diseño.
Si te interesa descargarlo, podrás hacerlo acá.
Ahora si. Que disfrutes de la lectura 👋
El domingo pasado cumplí años. A esta altura de mi vida decir que ya soy un adulto suena bastante oxidado; no porque la madurez venga necesariamente con la edad, sino porque desde chico me vi forzado a serlo.
De todas las reflexiones que me trajo el nuevo año, la más reveladora fue descubrir que el tiempo es una excelente herramienta de depuración.
Si estamos lo suficientemente atentos a las señales que nos presenta la vida, con los años podemos identificar mejor:
Qué nos gusta/disgusta
Qué actividades disfrutamos hacer
Qué tipo de vínculos queremos cultivar
Qué tipo de persona queremos ser
Cuanto más coherentes somos con esta claridad, más se afianza nuestra personalidad y es cuestión de tiempo para que todas las piezas que conforman aquello que llamamos vida se acomoden para ir hacia esa dirección, dejando el resto a un costado del camino: personas, lugares, experiencias, etc.
Siento que toda mi vida y todo lo que hago es un esfuerzo por sentirme un poco más seguro que antes. Analizándolo en perspectiva, creo que fue esa creencia la que me llevó a convertirme en adulto a tan temprana edad.
Sin embargo, de todas las batallas que gané contra mi mismo a lo largo de los años, existe una que me acompaña desde siempre y de la que aún no logro liberarme: el miedo al fracaso.
¿Cuántas veces sentiste que tu identidad estaría comprometida si fracasabas en algo? ¿Cuántas veces creíste que antes de emprender cualquier proyecto, primero tenías que asegurarte de estar 100% preparado/a para que todo salga perfecto?
Déjame decirte que en mi caso fueron muchas.
Desde mi perspectiva, la pregunta que debemos hacernos no es cómo erradicar el miedo al fracaso, sino cómo lograr que el fracaso no sea un impedimento para nuestro crecimiento.
El miedo al fracaso no es algo que arrastramos con nosotros desde que nacemos. Todo lo contrario.
Cuando somos pequeños (muy pequeños), vamos por la vida a fuerza de instinto sin siquiera saber que esa emoción existe. Rendirse nunca era una opción.
Pero con los años, comenzamos a ser cada vez más conscientes de nuestro ego y del entorno que nos rodea.
El miedo a fracasar comienza a desarrollarse en cada experiencia vergonzosa que tenemos, comentario limitante que nos hacen o idea que otros construyen alrededor nuestro y que nosotros creemos que es cierta.
Poner la atención en eliminar el miedo al fracaso de nuestras vidas solo nos llevará a darle más protagonismo y entidad a aquello que queremos soltar.
En realidad, para cualquier cosa que queramos cambiar, no tenemos que pensar en términos de descarte sino hacerlo en términos de sustitución.
Por lo tanto, si queremos liberarnos del miedo a fracasar la mejor manera que encontré de hacerlo es desarrollando nuestra confianza.
La semana pasada me crucé con este tweet:
Este dato sobre la relación que tenía Picasso con su arte describe a la perfección lo que quiero decir.
Tal era la confianza que tenía Picasso sobre su arte, que durante los últimos años de su vida llegó a vender obras que le llevaban crear unos pocos minutos por montos que superaban los $20.000 USD.
La confianza que el artista cultivó con la pintura y su arte a lo largo de su vida no fue consecuencia de un acto aislado y divino del universo. Al contrario, fue su exposición constante al lienzo en blanco.
En la vida, nos da miedo aquello que desconocemos. En consecuencia, para erradicar el miedo a algo debemos hacerlo familiar.
Si realmente queremos transformar el miedo en confianza, la única manera de lograrlo es pasando a la acción.
La voluntad de intentarlo, de dar ese primer paso, es más poderosa de lo que te imaginas. Porque en el corazón de esa decisión se encuentra la fuerza para transformar lo desconocido en algo familiar.
Lo que quiero decir con esto es que nadie muere por intentarlo. Al contrario, cuando lo hacemos siempre terminamos aprendiendo algo que nos ayudará a avanzar con más confianza en el próximo intento. No es tan grave como te lo imaginas.
También es importante observar el costo de la inacción.
La procrastinación sucede cuando elegimos la ansiedad por sobre la imperfección. Y aunque el costo de la acción es la imperfección, el costo de la inacción es muchísimo más terrible.
Simon Sinek escribió un excelente libro llamado “The Infinite Game”, en donde destaca la existencia de dos tipos de juegos: los juegos finitos y los juegos infinitos.
Los juegos finitos, por definición, terminan en algún momento con ganadores y perdedores. En cambio, los juegos infinitos son para toda la vida.
La disonancia y el malestar ocurren cuando vemos la vida como si fuera un juego finito en donde existen ganadores, perdedores, exitosos y fracasados.
Por eso necesitamos ver el mundo como si fuese un juego infinito. Porque lo verdaderamente importante, aquello que forja nuestro carácter y sentido de posibilidad, no se encuentra en un lugar. Se conquista caminando.
Cuando jugamos el juego infinito, cada cosa que intentamos nos acerca más al siguiente nivel. No existe el fracaso, ni mucho menos un lugar específico al que llegar. El recorrido siempre será más importante que el destino.
Existe un concepto central en la filosofía estoica desarrollado por el filosofo griego Epicteto llamado “La Esfera de la Elección”.
La Esfera de la Elección se basa en la idea de que existen cosas que están bajo nuestro poder y cosas que están por fuera de nuestro poder.
Para ser más práctico, la Esfera de la Elección se divide en dos partes:
Fuerza Interna
Fuerza Externa
La Fuerza Interna hace referencia a todo aquello que está bajo nuestro control:
Nuestras propias opiniones
Deseos
Pasiones
Decisiones
Reacciones, etc.
En cambio, la Fuerza Externa representa todo aquello que no podemos controlar:
El pasado
La Naturaleza
Los pensamientos y comportamientos del resto
Opiniones que el resto tengan de nosotros
Epicteto creía firmemente que para llevar una buena vida y alcanzar la tranquilidad necesitamos enfocarnos en las fuerzas internas que, por definición, están bajo nuestro control.
La frustración y el enojo sucede cuando nos enfocamos en todo aquello que no podemos controlar.
Reconocer que no tenemos control sobre aquello que no depende de nosotros nos libera de la presión de querer que las cosas sean diferentes.
Recuperamos nuestra fuerza vital para usarla en lo que si podemos manejar: nuestra voluntad para intentarlo una, dos, mil veces más.
Hasta que un día sale.
Me gustaría decir que por fin me liberé del miedo a fracasar. Sería una excelente manera de culminar este correo. Pero déjame decirte que aprendí algo mucho más poderoso.
Ya no busco que el miedo desaparezca. En cambio, lo acepto. Lo veo y me recuerdo a mi mismo que su existencia está fuera de mi control.
Aprendí que tanto mis miedos como pensamientos no me pertenecen. Lo que si me pertenece es la voluntad para decidir si quiero escucharlos y qué hacer con ellos.
Si estás leyendo esto, quiero pedirte que no vuelvas a medir tu éxito por tu capacidad para evitar cometer errores.
En cambio, quiero que lo hagas por tu capacidad para intentarlo cuantas veces sea necesario y tu actitud frente a lo que mal llamamos fracaso.
Porque en definitiva este es un juego infinito.
Y en este juego no existe el fracaso. Existe la experiencia.
Muy bueno Agustín .
Muchas gracias
El miedo es el mantra, detrás de el hay un tesoro por descubrir.
Que vuelta al sol tan iluminadora! Te quiero!