Quiero hacerte una pregunta:
¿Alguna vez trabajaste tanto en algo que deseabas alcanzar pero los resultados que obtuviste fueron mínimos en comparación a todo el esfuerzo que hiciste?
Si alguna vez te sucedió, bienvenido al club.
Es una sensación espantosa. Ponerle tanto corazón y esfuerzo a un proyecto para darte cuenta que es más fácil arrastrar a un muerto.
Sobre esto vamos a hablar hoy.
La buena noticia, si te sirve de consuelo, es que le pasa al 100% de los creadores, emprendedores y personas de alto rendimiento en algún momento de sus vidas.
Y sucede así porque es la manera natural de evolucionar y ganar experiencia. De encontrar la verdad que ya vive en nosotros, que sentimos que está ahí, pero que todavía no se nos revela en el plano material.
Una cosa es lo que queremos y otra muy distinta es lo que necesitamos aprender en ese momento para que aquello que queramos suceda.
Existe un principio universal que llevo tatuado en mi ADN:
Si lo sueñas, es para vos.
Ahora bien. Soñar algo es el primer paso.
Para materializar aquello que viaja en nuestra mente y corazón necesitamos convertirnos en la persona capaz de recibir aquello que desea.
Es precisamente acá donde la mayoría de las personas se estanca en el camino. Se victimizan, se frustran, se dicen de todo con tal de no seguir avanzando.
Y si te digo todo esto es porque no quiero que a vos también te suceda.
Entonces, ¿cómo convertirnos en esa persona capaz de recibir aquello que desea?
Primero, evitando ser alguna de estas 3 figuras:
La que pasa su vida suplicándole a un Dios o alguien para que algo suceda sin hacer nada al respecto o tomando responsabilidad total por eso que desea.
La resentida que vive pensando que el mundo le debe algo y en consecuencia se la pasa en un constante estado de malestar y exigencia externa constante.
La que es consciente que es dueña de su destino pero lo habita desde un lugar de extrema lucha y sacrificio, haciendo resistencia a las ondas de la vida porque cree que sufriendo es como obtendrá lo que desea.
La última me pega muy fuerte. De hecho, recién ahora puedo decir que estoy aprendiendo a salirme de ese lugar.
Esa idea tóxica que para recibir lo que deseamos tenemos que “rompernos el lomo” trabajando es una creencia muy violenta que arrastramos de muchas generaciones y que no hizo más que beneficiar a un sistema que le funciona tener a las personas atrás de una zanahoria imaginaria.
La verdadera forma, aquella que la vida me está reflejando por todas partes, es tan simple que suena estúpido decirlo:
Fluyendo.
Leíste bien. Fluyendo.
A primera vista parece fácil, por momentos absurda, pero en los tiempos que corren fluir es una de las habilidades más olvidadas y subestimadas que existe.
Fluir implica dos cosas:
Primero, coherencia con quienes somos. No con quién se supone que tenemos que ser o esperan que seamos.
Y segundo, soltando el control y teniendo una confianza ciega en las fuerzas que provocan las situaciones necesarias para que suceda aquello que necesitamos para materializar nuestro deseo.
Pero no necesitas creerme a mi para entender esto. Basta con que observes a las personas más exitosas que existe.
Nadie. Ninguna. Actúa desde la presión y la fuerza.
Messi es el mejor futbolista del mundo porque es el deporte que menos le cuesta y que mejor juega.
Paul McCartney es uno de los músicos más importantes de la historia porque supo potenciar al máximo sus talentos y porque disfruta de hacer música.
Ahí tenés otra señal para saber si estás fluyendo: el disfrute.
Cuando forzamos algo es porque no lo estamos disfrutando. Y si no lo disfrutamos es porque no es para nosotros (o si lo es pero lo estamos habitando desde un lugar que no es sano).
Mihaly Csikszentmihalyi, autor del bestseller Fluir y padre de la teoría del flow, describe el fluir como una “actividad autotélica”.
“Autotélico” deriva de dos palabras griegas. Auto que significa “por si mismo” y telos que significa “objetivo”. Se refiere a una actividad auto-contenida que se realiza sin la expectativa de un beneficio futuro, sino simplemente porque el acto de hacerlo es la recompensa.
Es muy importante entender esta sutil diferencia entre esfuerzo y resistencia porque entre ellas se encuentra la claridad que necesitamos para llegar a donde queremos:
Cuando el efecto es menor a su causa, entonces no es por ahí.
O dicho de otra manera:
Si se siente como navegar a contra corriente, entonces es hora de cambiar de barco o ajustar su posición.
El esfuerzo, la constancia y la disciplina son necesarias porque crear algo grande lleva tiempo y no sabemos cuánto. Pero eso no significa que en el proceso tengamos que pasarla mal por creer que de esa manera vamos a lograr lo que deseamos.
Por momentos hasta se asemeja a cultivar una relación de pareja: si queremos que llegue a buen puerto, no podemos apurar los tiempos ni forzarla a ser algo que todavía no es. Basta con fluir y sembrar lo mejor que tenemos en el momento para que lo grande florezca.
El otro día a una amiga se le cristalizaron los ojos cuando le confesé una reflexión que tuve en un viaje a Roma y Florencia.
Le dije que algo que admiro mucho de los mayores exponentes del arte renacentista es que toda esa belleza y maestría que crearon fue resultado en gran parte por su devoción a Dios.
No creaban para sus mecenas.
Tampoco lo hacían para el Papa o rey de turno.
Creaban para algo más grande que ellos mismos.
Y como su obra era un regalo a Dios, la excelencia florecía.
Me gusta pensar que por eso Miguel Ángel pudo liberar al David de ese gran bloque de mármol y que Venus pudo nacer con Botticelli.
Me gusta pensar que la creación plena solo es posible cuando nos dejamos llevar por las ondas de la vida que conocen mejor que nosotros el camino, en vez de intentar controlar aquello que está fuera de nuestro poder.
Al final, se trata de actuar sin resistencia y recordando que aquello que tanto deseamos nos será dado cuando seamos capaces de renunciar al “cómo” y reconociendo que todo es más rápido cuando actuamos desde el Ser y no desde el deber ser.
Una cita para reflexionar
“La paciencia es también una forma de acción” – Auguste Rodin