Pocas cosas me resultan tan injustas como ver a una persona abandonar un objetivo valioso por cansancio.
Y sin embargo es la realidad que atraviesan muchas personas.
Esta carta me pega fuerte porque es algo que todavía estoy aprendiendo a integrar del todo. Así que todo lo que vayas a leer tomalo de alguien que lo está viviendo en primera persona.
No porque esté pensando en abandonar el juego. Para nada.
De hecho, cuando era chico alguien me dijo una vez esta frase que me quedó grabada a fuego de por vida:
“Pierde el que abandona”
Y desde entonces no abandono nunca al menos que sienta que mi camino ya no es más por ahí.
En fin.
La cruda verdad es que las personas no abandonan algo importante para ellas por falta de capacidad o talento, sino porque se esfuerzan demasiado en obtenerlo.
¿Pero no era que para obtener algo debemos esforzarnos?
Si. Pero te estuvieron ocultando la parte más importante del juego.
Existe una creencia muy instalada en nuestra sociedad (fundamentalmente la occidental) que nos plantea que el esfuerzo es directamente proporcional a la posibilidad de obtener aquello que deseamos.
La cultura del “hustling”
El famoso “work hard, play hard”
¿Te suena?
Creemos que si trabajamos 12 horas al día seremos más productivos.
O que si entrenamos de forma exigida todos los días estaremos más preparados para la competencia.
Pero nosotros, humanos habitando este planeta, sabemos por experiencia propia que nada en esta vida es lineal.
Y para que lo entiendas mejor vamos a hacer un ejercicio.
Te voy a pedir, en este instante, que NO pienses en un elefante rosa.
Imposible, ¿verdad?
Este símil popular se usa para demostrar lo difícil que es eliminar los pensamientos intrusivos a la fuerza.
Exactamente lo mismo sucede con la vida y nuestras emociones:
Cuanto más nos esforzamos por ser felices, más infelices nos sentimos.
Cuanto más nos esforzamos por mostrarnos seguros, más inseguros nos sentimos.
Y cuanto más nos esforzamos por ser exitosos, más fracasados nos sentimos.
De nuevo, la mayoría de las personas no abandonan un objetivo valioso por falta de talento o capacidad, sino porque asocian su valor y felicidad al objetivo.
Creen que cuando alcancen el millón de dólares en facturación van a sentirse realizados.
Piensan que cuando tengan 100k seguidores todos sus problemas van a desaparecer.
Se convencen que cuando los llamen de los mejores podcasts o conferencias, van a ser valiosos.
Por eso me parece importante que entiendas esto:
Tu necesidad no desaparece cuando obtenes algo, sino cuando dejas de necesitarlo.
Alan Watts, uno de los filósofos que más influyeron en mi vida junto a Séneca y Marco Aurelio, tiene una teoría para esto. La llamó “Ley del Esfuerzo Inverso” y la resumió de forma muy sencilla en esta cita:
“Si no sabes nadar y caes al agua e intentas mantenerte a flote desesperadamente, lleno de angustia, con todo el miedo natural que tienes por no saber nadar, cuanto más te muevas y sacudas, más te hundirás y más deprisa. La teoría del esfuerzo invertido consiste sencillamente en relajarte, en pensar que si estás tranquilo y llenas los pulmones de aire, eso te hará flotar y no te ahogarás”
Entonces, ¿cómo podemos obtener lo que queremos sin intentar conseguirlo?
Lo primero que me parece importante aclarar es que en este contexto, no intentar conseguir algo no es sinónimo de no hacer nada para obtenerlo.
El punto de la cuestión está en qué hay detrás de aquello que queremos conseguir.
Volvamos a uno de mis ejemplos anteriores:
Si mi objetivo detrás de emprender está en facturar un millón de dólares para poder sentirme feliz y realizado, significa que hasta que no llegue a esa meta voy a ser un infeliz y percibirme como un fracasado.
Esa desesperación inconsciente por dejar de sentirnos de esta manera es la que nos lleva a esforzarnos demasiado, a darle mucho peso a todo lo que nos sucede, a condicionar nuestro valor con el resultado y en un última instancia a abandonar el juego confirmando nuestras creencias limitantes.
Pero cuando creamos y emprendemos sabiéndonos completos y soltando cualquier expectativa al resultado, es cuando más predispuestos somos al cambio, más comprometidos estamos al objetivo y más resilientes somos cuando las cosas no salen como esperamos.
Existe un momento para la acción y otro para la inacción.
Y ambos son necesarios para el éxito.
En una maratón, la regla número uno consiste en no salir rápido.
Aunque podrías hacerlo porque la adrenalina del momento te inyecta un plus de energia y porque estás al 100% de bateria…
Lo peor que podes hacer es salir rápido.
En cambio, la velocidad se incrementa de forma progresiva y regulando la intensidad en el último tramo.
Si la medalla la reciben los que llegan a la línea de meta y no los que salieron rápido, ¿de qué te sirve ese esfuerzo?
Cuando aceptamos lo imperfecto, es cuando somos perfectos.
Cuando aceptamos el fracaso, es cuando somos exitosos.
El problema es que al discurso popular alrededor del éxito le gusta sacar a relucir los logros de la gente más que los fracasos, cuando la historia nos demuestra una y otra vez que las personas que más éxito tienen son aquellas que más veces fracasan:
Walt Disney esperó 8 años para tener un éxito significativo. Antes de eso era un fracaso atrás de otro.
JK Rowling fue rechazada por 12 editoriales antes de que se publique el primer volumen de Harry Potter.
Michael Jordan fue eliminado del equipo de basket de la secundaria por “falta de talento”.
Para recibir lo que deseamos primero debemos estar dispuestos a aceptar su opuesto, porque es allí cuando logramos integrar la experiencia completa.
Por lo tanto, la única manera de recibir lo que deseamos es no deseándolo.
De nuevo, esto no se trata de no tener más ambiciones o dejar de esforzarnos por nuestros sueños u objetivos, sino de entender que el camino es la recompensa.
Que el final de una historia solo cobra sentido luego de haber vivido su desarrollo.
¿Se entiende la importancia de esto?
Sigamos.
El secreto para obtener lo que deseas
El primer paso para obtener lo que deseamos es separando nuestro valor del resultado.
Entender esto es fundamental para no tomarte las cosas personales y no caer en el victimismo que busca hacerte creer que sos un inadecuado y fracasado.
Hasta acá nada nuevo, pero vale la pena recordarlo. Porque como mencioné en correos anteriores, las cosas más importantes de la vida llevan tiempo y en tanto no puedas sostener algo durante un largo periodo de tiempo va a ser imposible que los resultados lleguen.
Y el segundo y más importante de todos los pasos es el más difícil:
Rindiéndote.
Así es. Rindiéndote.
Rindiéndote a la expectativa.
Rindiéndote al resultado.
Incluso rindiéndote a la posibilidad de que no se dé.
Porque rendirse es soltar el control.
Es tener la humildad suficiente para reconocer que por mucho que quieras que algo suceda, la última palabra siempre la tendrá algo que está mucho más arriba de nosotros.
Que algo no suceda no significa que no te lo merezcas, sino que hay algo mejor para vos esperándote más adelante.
Rendirse al resultado no significa no esforzarse, sino tener la ciega confianza de que la única manera de que las cosas grandes sucedan es a base de foco y movimiento, aunque no sepamos cuándo se darán las cosas.
El mejor ejemplo que se me ocurre para ilustrar esto es aquel que todos los argentinos guardamos con demasiado cariño y que cualquier persona del mundo tendrá presente:
Lionel Messi.
El sueño de Lionel de toda su vida era ganar algo con su país.
Había ganado cualquier torneo, trofeo y reconocimiento que alguna vez haya existido en el futbol.
Pero él lo único que quería era llevarle una copa a su país.
Jugó 4 mundiales y 5 Copas América. Había perdido todos.
En un momento de total hartazgo y tristeza dijo en público que iba abandonar por siempre la selección.
¿Pero qué hizo en cambio? Siguió jugando.
Hasta que un día se le dió.
Tuvo que esperar 14 años para ganar la primera Copa América y 16 para ganar el Mundial.
Y cuando llegó el día, vinieron todas juntas. Una después de la otra:
2021 la Copa América
2022 la Finalissima
2022 la Copa del Mundo
2024 la segunda Copa América
No se habla mucho sobre esto, pero estoy convencido que a Messi lo ayudó rendirse.
Rendirse a la presión de sentir que por ser el mejor jugador del mundo tenía que ganar si o si un mundial.
Rendirse a la responsabilidad de deberle una copa a su país por ser el número uno.
Messi no se rindió a su sueño. Se rindió al control.
Messi tenía absolutamente todo lo que hacía falta para ganar un mundial. Él ya lo sabía, pero necesitaba entender que para hacerlo tenía que renunciar al control y separar su valor del resultado.
Confiar en que tenemos todo lo necesario para obtener lo que queremos y rendirse al resultado es el secreto para obtener lo que queremos.
No nos definen nuestros objetivos, sino la persona que somos y nos convertimos cuando trabajamos para alcanzarlos.
A mi no me inspira que Messi haya ganado un mundial. Me inspira que lo haya intentando durante 16 años, a pesar de que nunca existió la garantía de que en el último se le daría.
Sea cual sea tu objetivo, vos ya estás completo. No necesitas demostrarle nada a nadie.
Y sea lo que sea que quieras, lo vas a obtener.
Siempre y cuando sea lo mejor para vos.
Y siempre y cuando te rindas al resultado.
Abrazo virtual,
A
Último episodio del podcast
Una cita para reflexionar
“Cuanto más intentemos hacer algo con la mente consciente, menos éxito tendremos. La capacidad y los resultados solo llegan para aquellos que aprendieron la paradógica arte de hacer y no hacer, o combinando relajación con actividad.” – Aldous Huxley