El hábito que te está impidiendo tener la vida que querés
Cómo estar en paz con la incertidumbre
Al principio no tenía intensiones de retomar mi newsletter con este tema después de tres meses de completo silencio por acá. Al parecer tenía que ser así.
La otra noche volví a ver la fecha de mi último correo: 27 de Febrero. Más de 90 días.
Desde ese día toda mi atención y energía estuvo en el lanzamiento y producción de la nueva versión de Element, mi programa de mentoría para profesionales independientes, consultores creativos y emprendedores que quieren aumentar su valor percibido y posicionarse como la opción inevitable para sus clientes.
Pasaron tantas cosas desde esa última publicación que podría resumirlo como una montaña rusa emocional que concluyó con un mensaje que recibí en una de mis meditaciones la semana pasada:
Dejate morir.
Decidí interpretarlo como una señal.
La muerte en el sentido más metáforico de la palabra tiene facetas que no distan mucho de la muerte biologica que conocemos.
A veces hasta podría considerarse como algo más trágico de transitar desde la perspectiva de su protagonista.
Mientras que la muerte física es la transición del alma de un plano a otro, la muerte como proceso de metamorfosis implica renunciar en primera persona a una identidad que ya no nos identifica, para darle espacio a un proceso de mutación que no sabemos cuándo ni cómo terminará. Simplemente sucede y lo peor que podemos hacer es resistirnos.
En el otro extremo, existen personas que llevan la vida como si fuese un manual de uso.
Cuando quieren algo, se limitan a hacer lo que alguien les dice que funciona y directamente lo replican. Ni siquiera se cuestionan si es coherente o no con ellos. Simplemente lo hacen.
Claramente no es mi caso.
Podría decir que mi proceso es mucho más extenso y profundo que la mayoría.
Consiste en experimentar todo lo que crea necesario hasta validar qué funciona y qué está demás. Separar la paja del trigo, transformar el caos en orden y encontrarme a mi mismo en ese juego.
Si bien es un camino más explorativo y largo, la claridad que obtengo como recompensa es infinitamente más profundo que siguiendo el camino fácil.
Muchos creen que el conocimiento se obtiene consumiendo y masticando información. Nada más lejos de la realidad.
El verdadero conocimiento se obtiene experimentando. Y experimentar, muchas veces, da miedo y mucha ansiedad.
Implica reconocernos ignorantes.
Implica correr el riesgo a quedar en ridículo.
Implica exponernos a situaciones que no sabemos a donde nos llevará.
Lo incierto incomoda.
Pero más incómoda la comodidad.
“La esencia de la experimentación es el misterio. No podemos predecir a dónde nos llevará una semilla o si echará raíces. Mantente abierto a lo nuevo y desconocido. Empieza con un signo de interrogación y emprende un viaje de descubrimiento.” – Rick Rubin
La mente, que no soporta lo desconocido, siempre buscará llevarnos por el camino más familiar y con menos resistencia posible.
Nos dirá que estamos perdiendo el tiempo.
Que volvamos al lugar de donde venimos.
Nos hará creer que somos los hábitos que nos trajeron hasta acá y los lugares que estamos acostumbrados a frecuentar.
Cuando en realidad somos mucho más grandes que cualquier idea o pensamiento.
Y en tanto no logremos elegir conscientemente el sendero incierto hasta volverlo propio, seguiremos estancados en el mismo lugar de siempre, preguntándonos por qué todo permanece igual en nuestra vida.
El mejor atajo es el camino que no querés tomar, pero que sabés que es el correcto.
Si somos capaces de aprender a convivir con la incertidumbre por el tiempo que sea necesario, esa resistencia comenzará a desvanacerse ante nosotros y el camino nos llevará al destino que deseamos.
Sobre eso hablaremos en este correo.
Sobre el sagrado poder de rendirse.
Rendirse no es fracasar. Es entregarse al proceso.
Y si es así, ¿por qué nos cuesta tanto rendirnos?
En parte porque el ego lo último que quiere es perder el control, a pesar de que en realidad nunca lo tuvo.
El control no es más que una idea, una ilusión de nuestra mente que nos hace creer que tenemos poder sobre situaciones que se escapan de nuestra area de influencia.
Confundimos estructura con rigidez.
Estrategia con ansiedad.
Lo paradójico de todo esto es que cuando nos animamos a soltar, las cosas se acomodan. Como si hubiésemos liberado el caudal que mantenía al río en movimiento y hacía que todo fluya naturalmente.
Esto sucede no porque decidiste renunciar a tu negocio o proyecto, sino porque dejaste de interrumpir su proceso de maduración con pensamientos de escasez, urgencia o miedo, para comenzar a actuar desde la intuición, el orden y el disfrute.
El control no es poder. Es pánico disfrazado de poder.
Lo que más duele es darse cuenta que mientras más intentamos controlar cada variable de un proyecto, más nos alejamos de su verdadero potencial.
Cuando cedemos a estrategias que no van con nosotros y a fórmulas que funcionan para otros pero que son incoherentes con nuestra esencia, lo que hacemos es postergar cada vez más el resultado deseado y dejando morir al creador que hay en nosotros.
Esa parte tuya que empezó este camino con una visión clara y con algo genuino para entregarle al mundo, se va asfixiando de a poco cada vez que aplicás la última tendencia para volverte viral, viendo qué hace tu competencia para copiarle y poniendo a prueba la nueva estrategia de marketing para acelerar tus resultados.
“Ahora, si lo piensas, en nuestra cultura la mayoría de los estímulos están orientados a tomar el control. Pero lo que realmente nos gusta hacer —y esa es la razón por la que disfrutamos del sexo, las drogas, el arte y la religión— es rendirnos. Son realmente formas de perder el “yo”, formas de perderte a ti mismo. Una de las cosas que quiero que haga la música es ofrecerle a la gente la oportunidad de rendirse.” – Brian Eno
El ingrediente secreto del que nadie te habla
Después del mensaje que recibí durante mi meditación y luego de reflexionar durante un tiempo sobre mi comportamiento de los últimos meses, me di cuenta de algo que cambió por completo la relación que estaba teniendo hasta ahora con mi proyecto:
Mi sistema nervioso estaba completamente desregulado.
Vivía en un estado de alerta constante.
Me costaba estar presente sin soltar el celular.
Se me hacía imposible tomar decisiones sin influenciarme por el entorno.
Todo el mundo nos habla sobre cómo escalar negocios, pero prácticamente nadie te enseña a estar en paz mientras lo hacemos.
Es muy lógico sentirse así cuando dentro de nuestra cabeza convivimos con una voz interna que frente al pánico que le genera lo desconocido, quiere controlar cada parte del resultado.
Cada cosa que decimos.
Cada respuesta que recibimos.
Cada palabra que usamos.
Esta manera de liderar un proyecto no solo nos juega en contra. También hace que nos perdamos a nosotros mismos.
Medía mi valor personal según los resultados que tenía.
Dejé de hacer cosas que disfrutaba por estar tan ocupado haciendo demás.
Me obsesioné con formas que no eran coherentes con las mías.
Esa violenta y tóxica cultura del hacer constante nos lleva a desarrollar la falsa ilusión de que la única manera de tener éxito es explotándonos a más no poder.
Dejame decirte que no es así.
Las personas que logran vivir su definición de éxito en menos tiempo son las que aprendieron a ponerse por encima de cualquier prioridad, porque entendieron que nada puede salir bien si ellos no estan bien.
Veamos cómo podrías lograr esa misma relación con tu proyecto:
1. Reconocé tu lugar
Muchas veces caemos en la trampa de emprender algo desde un lugar que no es nuestro, sino del entorno.
En estos casos, el agotamiento no es producto del hacer, sino de todo lo que sostenemos en silencio. Cada cosa que evitamos decir o compartir para no incomodar al resto y cumplir con las expectativas ajenas nos aleja cada vez más de nuestra visión y lugar.
Vivir para agradarle a los demas es la peor trampa a la que podemos caer como creadores, porque termina envenenando cada aspecto de nuestra creación. Cuando no se lo extirpa a tiempo, nos lleva a convertirnos en un personaje que es funcional para todos, menos para nosotros.
Rendirse ante las expectativas ajenas significa animarte a dejar de sostener vínculos que no van más, estilos que no te representan, servicios o formas de comunicar tu valor que nada tienen que ver con vos. Es reconocer que tu lugar en el mundo no solo es importante, sino necesario.
Esto es algo que en mi programa lo llamo Identidad Fundadora y es un pilar esencial para abordar mucho antes de repensar un negocio, porque cuanta más claridad tenemos sobre quiénes somos, qué nos hace excepcionalmente buenos y cuál es nuestro estilo de liderazgo, más fácil se vuelve tomar decisiones que nos lleven a tener un negocio sólido y coherente con nosotros.
Empezá identificando a consciencia las señales físicas y emocionales que intentan alertarte cuando el camino no es por ahí. Reconocé cada una como un mensaje que te llama a prestarle atención a lo que no te pertenece y te invita a integrar lo que es tuyo.
Porque cuando aceptás que existe una desconexión entre vos y el proyecto, el ego comienza a perder fuerza y comenzás a abirte a la posibilidad de tomar decisiones más alineadas a tu identidad y coherencia.
2. Rompé con la lógica del rendimiento
También existe otra exigencia invisible que opera en todas las capas de nuestra vida y que ignoramos por haberse convertido en la norma de nuestra sociedad:
La constante presión por producir más, optimizar más y exponernos más.
Esa necesidad tóxica de estar siempre rindiendo, haciendo, estando pendientes de las métricas y los consejos no solicitados de “tenés que estar en todos lados”, a la larga nos genera una desconexión interna que pocos reconocen y que todos en algún momento sentimos.
Byung-Chul Han desarrolla este fenómeno como la trampa de la “sociedad del rendimiento”, en donde ya no hace falta que alguien nos vigile porque nosotros mismos nos hemos convertido en nuestros propios jefes, en nombre de una falsa sensación de libertad.
Si no podés descansar sin sentir culpa.
Si no podés desconectarte sin experimentar ansiedad.
Si todo el tiempo sentís que estás llegando tarde a algo…
Entonces lo que tenés no es libertad. Es agotamiento disfrazado de ambición.
Romper con la lógica del rendimiento implica desprenderse de esa forma de exigencia crónica y empezar a revisar desde qué lugar estamos midiendo nuestro progreso.
Porque no todo lo que se puede medir importa, y no todo lo que importa se puede medir.
En mi experiencia, los emprendedores que logran sostener su crecimiento a largo plazo son los que dejan espacio para el silencio. Los que dejan de producir desde la urgencia y empiezan a crear desde la claridad. Los que bajan la velocidad cuando sienten que están perdiendo conexión con lo que hacen.
Y te aseguro que eso no los vuelve menos competitivos, sino mucho más conscientes.
3. Comenzá a escribir tu propia historia
Toda persona que emprende dice que quiere escalar su negocio, cuando en realidad lo que quieren es vivir en coherencia.
Ganar lo suficiente para darse el estilo de vida que quieren para ellos, mientras impactan a más personas.
Trabajar con gente alineada a su visión y valores.
Tener el tiempo libre suficiente para invertirlo con las personas que aman.
El problema es que si todo lo que hacés está alineado a una narrativa que no es tuya, una idea de éxito que otros definieron para vos, entonces va a dar igual cuánto crezcas. Al final te vas a sentir igual de vacío.
Romper con ese guión para escribir tu propia historia no es para nada fácil.
Nadie te prepara para darte cuenta de que buena parte de tu vida posiblemente fue una actuación y que muchas decisiones que creíste que eran tuyas estaban contaminadas por el miedo a querer pertenecer y ser “alguien”.
Pero una vez que lo viste, ya no hay vuelta atrás.
Apagar el piloto automático para empezar a escribir tu propia historia implica integrar tanto tus luces como tus sombras, tu visión del mundo y tus límites, hasta que logres habitar un personaje que no necesita edición porque es real.
Por supuesto que este proceso no se hace de un día para el otro, ni se completa con una acción aislada.
Es un práctica constante. Un camino que se elige todos los días.
Una decisión que al principio cuesta, pero que con el tiempo dará lugar a una nueva energia y a la sensación de que por fin llegaste a casa.
“Dejate morir” fue el mensaje que necesitaba recibir para soltar el control de todo aquello que está fuera de mi alcance y aceptar que encarnar una nueva identidad requiere de paciencia, amor propio y mucha experimentación.
Nuestro potencial depende de cuánta incertidumbre seamos capaces de soportar. Si no aprendemos a convivir con ella, seguiremos estancados en el mismo lugar de siempre.
A partir de ahora comienza un nuevo capítulo en mi vida. Uno más liviano, en calma y obsesionado con el proceso más que el resultado.
Si hay algo que comparten todas las personas que admiro y me inspiran a ser mejor es su constancia y resiliencia. Absolutamente nadie llegó a donde está hoy de la noche a la mañana, pero absolutamente todos decidieron permanecer en el juego a pesar de que las circunstancias no eran favorables.
Dejarse morir es confiar de que existe una fuerza mucho más grande que nosotros que estará ahí para sostenernos, guiarnos y ayudarnos a que las cosas sucedan. No cuando queremos, sino cuando estemos listos para recibirlo.
No tenemos control del resultado, pero si de nuestras decisiones.
Y en el momento en el que estés en paz con eso, estarás en paz con todo.
"Cuando empiezas a caminar por el camino, el camino aparece." - Rumi
Último episodio del podcast
Si sos profesional independiente, consultor creativo o mentor con experiencia y estás buscando profesionalizar tu negocio y aumentar el valor percibido de tu comunicación, aplicá a mi programa de mentoría acá.
Celebro la valentía de vivir en coherencia y compartirlo con amor y vulnerabilidad 🙌🏼 morir conscientemente es el acto más brutal y expansivo de toda nuestra experiencia… abrazo y gracias!