Ed Catmull, co-fundador del famoso estudio de animación Pixar, tenía un sueño.
En los primeros años de la compañía, Pixar estaba lejos de ser una productora de películas animadas. Durante la década del 70, Ed trabajaba en el Instituto Tecnológico de Nueva York mientras realizaba sus estudios en la Universidad de Utah, donde participó en la creación de la primera animación generada por computadora de la historia. Fue en ese momento donde decidió que no pararía hasta crear el primer largometraje producido íntegramente por computadora.
Años más tarde fue contratado por un joven realizador audiovisual llamado George Lucas quién había alcanzado “cierta fama” por su película Star Wars. Durante su estadía en Lucas Film, Catmull construyó un complejo aparato para ayudar a crear imágenes animadas que luego se proyectarían en la gran pantalla. El resultado de este experimento fue una revolucionaria computadora a la que hicieron llamar Pixar Image Computer.
Pero por su excesivo precio el producto no se vendía bien y sumado a los problemas financieros que afrontaba Lucas Films en esa época, la división estuvo al borde de la quiebra y desaparición.
Fue entonces cuando en 1986 Steve Jobs, atraído por los avances tecnológicos del equipo, decidió adquirir la división y transformarla en una compañía independiente de animación llamada “Pixar”.
Años más tarde, la productora llegó a un acuerdo con Disney para crear y distribuir al menos una película animada y generada por computadora. El sueño de Ed estaba a punto de hacerse realidad y la compañía dejaría de producir publicidades y cortometrajes para dedicarse a lo que siempre desearon.
Finalmente, en 1995 Toy Story fue proyectada en todos los cines del mundo, recaudó alrededor de $362 millones de dólares a nivel mundial y gracias a un inteligente movimiento de Steve Jobs la compañía salió a la bolsa. El resto es historia.
Para entonces pensarás que Ed Catmull estaba transitando los mejores años de su vida por haber alcanzado su sueño tras 25 años de espera. Pero en su libro Creativity Inc, el autor confiesa que sucedió todo lo contrario: había caído en una profunda crisis existencial que lo desmotivó por completo.
Cuando finalmente alcanzó el horizonte que se propuso, Catmull había perdido todo el sentido de su carrera y no encontraba razones para continuar con Pixar. Estaba considerando seriamente abandonar la compañía.
Le llevó todo un año descubrir cuál iba a ser el nuevo motor de su carrera profesional y la razón para continuar en la empresa que él mismo había fundado.
Reflexionando, se dio cuenta que muchas empresas que alcanzaron el éxito como Pixar al poco tiempo terminaban quebrando y desapareciendo. ¿Qué podría hacer él para evitar que suceda lo mismo?
Hasta que un día el tiempo le daría una respuesta a su crisis:
Dedicaría toda su vida a construir una cultura basada en la creatividad y trabajaría para garantizar que perdure en el tiempo.
Los japoneses tienen una palabra para definir el descubrimiento al que llegó el co-fundador de Pixar. En su cultura, utilizan el término “Ikigai” para referirse a la “razón de vivir” o “la razón para levantarse de la cama todos los días”.
Creo que en la vida es muy común confundir objetivo con propósito, cuando en realidad, son dos fuerzas completamente diferentes.
Si ponemos la atención en el objetivo sin conectar con el propósito de lo que hacemos, indirectamente transferimos el control a factores que están fuera de nuestro alcance como el tiempo que nos llevará alcanzar ese objetivo o la idea de bienestar que nos creamos si llegamos a obtener aquello que deseamos.
Sin embargo, la realidad se refleja en el testimonio de Ed Catmull: ningún objetivo puede garantizarte la satisfacción que no puedes darte en el presente.
En cambio, si lo que hacemos es consecuencia de un propósito que nos trasciende, el objetivo pasa a ser anecdótico. Al final, lo que nos motiva y da sentido a lo que hacemos es todo lo que hace que ese objetivo suceda.
Por eso es tan importante que conectes con el propósito de tus acciones y no con la meta. Porque el propósito es la única fuerza que puede impulsarte a crear cosas nuevas, a comprometerte con algo en el tiempo y a no abandonar cuando las cosas no salen como esperabas.
No creo que el propósito sea algo que se defina reflexionando, sino algo que se descubre haciendo. En ese sentido, podes iniciar este camino aplicando los siguientes pasos:
Comienza pequeño: En vez de marearte con objetivos enormes, comenzá identificando una sola área de tu vida que requiera de tu atención y explora diferentes maneras de mejorarla.
Liberate de las ideas de éxito y realización que no sean compatibles con tu propio sentido de éxito y realización: Estamos rodeados de personas que nos dicen cómo tenemos que vivir y qué debemos valorar. ¿Pero esas ideas te corresponden a vos o a ellos?
Pregúntate, ¿esto que quiero hacer se puede sostener en el tiempo? ¿Puedo vivir de esto? ¿Me traerá bienestar?
Prioriza los objetivos pequeños para alcanzar objetivos grandes: Los grandes logros duran un instante y son la consecuencia de un conjunto de pequeñas acciones sostenidas en el tiempo. No esperes esa gran meta para sentir bienestar y orgullo por lo que lograste.
Más foco en el presente: Sea lo que sea que te propongas, será una consecuencia de las acciones y decisiones que tomes hoy, en el presente. Mantén tu atención en el día a día para no distraerte con deseos y preocupaciones que no te llevarán a ningún lado.
A veces me sorprende lo mucho que subestimamos nuestras acciones cotidianas por perdernos en objetivos ambiciosos, cuando absolutamente todo logro es consecuencia de las decisiones que tomamos en el presente.
Los objetivos son una buena herramienta para orientar acciones y esfuerzos hacia un mismo lugar, pero el bienestar nunca está del otro lado. Al menos será un instante de satisfacción y no más que eso.
En cambio, la satisfacción de estar haciendo algo que tiene un sentido y coherencia con vos es algo que te acompañará todos los días y trascenderá cualquier meta que alcances.
Y cuando pones la atención allí, ningún objetivo será inalcanzable.
Nuevo episodio del podcast
3 Maneras de Superar el Síndrome del Impostor. ¿Alguna vez dudaste de tus habilidades al punto de tener miedo de que te perciban como un fraude? Eso que te pasó se llama "síndrome del impostor" y te sorprenderías por la cantidad de personas que también lo han experimentado.
Una cita para reflexionar
“Si estás teniendo problemas para cambiar tus hábitos, el problema no eres tu. El problema es tu sistema. Los malos hábitos se repiten una y otra vez no porque no quieras cambiar, sino porque tiene el sistema equivocado para cambiar. No crecemos por el nivel de nuestros objetivos, sino que caemos por el nivel de nuestros sistemas.” – James Clear
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