Tucídides fue un reconocido historiador y militar ateniense que vivió alrededor del 460 a.C.
El griego tenía una frase que cuando la leí me marcó mucho:
“El secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje.”
La libertad es una palabra que en los tiempos que corren está demasiado bastardeada y distorsionada. Y aún así, todos la deseamos.
Libertad para elegir.
Libertad financiera.
Libertad de tiempo.
Libertad de espacio.
En un mundo ideal, la libertad sería una condición universal de la que gozaríamos todos por el solo hecho de existir. En un mundo como este, la libertad es algo que se conquista y se protege.
Emprender es una de las mejores maneras de conquistar esa libertad. Sin embargo, muchos se pierden en el camino a causa de ambiciones materiales y de estatus superficiales.
Contrario a lo que la mayoría de las personas creen, el objetivo último de emprender no es llenarse los bolsillos de dinero hasta que las costuras del pantalón estallen.
El objetivo último de emprender es lograr construir una vida lo más alineada posible a nuestros propios términos y valores.
En mi caso, el motor principal de emprender fue poder elegir con quiénes trabajar, cuándo hacerlo y cuánto cobrar por mi trabajo.
Hay mucho idiota dando vueltas en el mundo y la idea de tener que lidiar con ellos por necesidad o porque no era mi decisión hacerlo era algo que me resultaba insoportable de pensar.
Y eso es lo interesante de emprender:
Que cada persona tiene sus propias razones y todas son válidas.
Pero en el fondo, es y seguirá siendo la libertad.
Dan Sullivan es un reconocido coach y emprendedor estadounidense que propone que la libertad se puede dividir en cuatro categorías que motivan a las personas a emprender:
Libertad de tiempo: No tener restricciones al momento de decidir en qué queremos dedicar nuestro tiempo y por cuanto.
Libertad de dinero: No tener limitaciones a la hora de invertir (o gastar) en algo.
Libertad de relaciones: El poder decidir con quiénes trabajar ya sean socios, empleados o clientes.
Libertad de propósito: La posibilidad de impactar de forma positiva en un grupo de personas sin depender de la autorización de nadie.
Ser consciente de estas libertades es lo que te ayudará a tener más claridad sobre el verdadero motor detrás de tu proyecto.
Pero volviendo a la frase de Tucídides que te compartí al principio, hay una palabra que resalta por sobre las demás:
Coraje.
Siempre intenté buscar la libertad en todo lo que hago, pero nunca me había percatado del coraje que se necesita para conseguirlo.
Renunciar a la “estabilidad” de un trabajo para crear tu propio negocio requiere coraje.
Diseñar una vida basada en tu coherencia y reglas requiere coraje.
Perseverar con tu proyecto cuando las cosas no salen como esperabas requiere coraje.
Este último mes me lo pasé entrevistando a decenas de profesionales del diseño y la arquitectura que estaban interesados en participar de mi nuevo programa.
Todos me decían lo mismo:
Que están cansados de trabajar con clientes que les pagan poco.
Que quieren dejar de depender de referidos para que su negocio sea predecible y estable.
Que les gustaría poder comenzar a tomar proyectos más alineados a lo que ellos quieren.
¿Y cuántas de esas personas crees que estaban realmente comprometidas a invertir tiempo, energía y recursos en su crecimiento y el de su negocio?
Menos de los dedos que tengo en mis dos manos.
Hay una diferencia muy grande entre querer algo y hacer algo al respecto.
La mayoría de las personas desean, pero no está dispuestas a hacer lo necesario para que eso que desean suceda.
Luego conocen a alguien que logró exactamente lo que ellos querían y buscarán consolarse diciendo que tuvo suerte o que es mentira.
Y seguirán así, perdiendo el tiempo, hasta que un día no soporten más su realidad y finalmente decidan hacer algo al respecto. O no.
Darte el permiso de intentarlo es uno de los actos de coraje más grandes que podes hacer por vos mismo.
La libertad que recibimos es la recompensa que obtenemos por el coraje que tuvimos para ir a conquistarla.
Y esto no solo aplica a lo individual, sino también a lo colectivo.
Somos las libertades de miles de movimientos que lucharon a lo largo de la historia para que hoy no carguemos con las cadenas que ellos tuvieron que soportar.
Por eso me gusta pensar que la libertad nunca es individual, sino colectiva.
Porque en el momento en el que tomamos coraje y salimos a conquistarla, automáticamente habilitamos a los que tenemos cerca para que hagan lo mismo.
Muchas veces dejamos de intentarlo por miedo a que las cosas no funcionen.
Crecimos con el peso de esa famosa y estúpida frase que dice “andá y hacelo, total el no ya lo tenes.”
¿Y si en realidad siempre fue un si?
¿Y si en realidad nunca fue un “no” rotundo, sino un “no ahora” o un “te espera algo mejor”?
¿Con qué entusiasmo y coraje saldrías a buscar lo que deseas sabiendo que el “no ya lo tenes”?
Es infinitamente mejor fijar un objetivo y darlo todo por conseguirlo, que hacerlo con un Plan B sobre la manga.
En la sociedad de hoy todos buscan transferir la responsabilidad de su destino a personas o entidades externas:
Políticos
Instituciones
Empresas
Familiares
En cambio, quienes van en contracorriente son las personas que reconocen que tienen el poder para obtener los resultados que desean.
No los políticos
No las instituciones
No las empresas
Mucho menos la familia
La única responsabilidad que tienen estas entidades son las de otorgarnos oportunidades para nuestro desarrollo y crecimiento. Pero de nosotros depende saber aprovecharlas.
En el instante en el que asumes la responsabilidad por tus resultados, automáticamente pasas a tener una enorme ventaja competitiva por sobre el resto.
Porque en vez de esperar a que venga alguien a resolver tu problema, decides no perder el tiempo, ser protagonista y salir por tu cuenta a solucionarlo.
La libertad es consecuencia de la libertad que nos damos para tomar acción por nuestros resultados.
Cuanta más libertad asumimos en el presente y más responsable nos hacemos de nuestras decisiones, mayores libertades ganaremos en el futuro.
Crear tu propio negocio es la mejor manera que conozco de crecer y madurar como persona.
Ese negocio debe ser tu propio vehículo de exploración y expresión. De nada sirve crear algo por el simple hecho de decir que tenes algo.
El desafío, y sobretodo, el impacto que tendrá en las personas cuando tu negocio comience a funcionar debe ser algo que te entusiasme y te emocione.
Porque de ese entusiasmo y de todo lo que aprenderás en el camino saldrá el combustible que necesitarás para lograr que ese proyecto que una vez soñaste, algún día se haga realidad.
Me gusta creer que el universo y esta dimensión en la que vivimos recompensa a las personas con coraje.
Que cuanto más nos animamos a romper con las formas que nos trajeron hasta acá pero que no nos llevarán a donde queremos estar ahora, mejor será el resultado que obtendremos.
El fin último de todo lo que hacemos es la libertad.
Liberarnos a nosotros para ayudar a otros a liberarse.
Y cuanto más coraje tengamos, más libres seremos.
Te mando un saludo,
Agustín
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“¿Qué hace que la vida valga la pena? Ningún niño se hace esta pregunta. Para los niños la vida es evidente. La vida sucede. Si es buena o mala, no importa. Esto sucede porque los niños no ven el mundo, no observan el mundo, no contemplan el mundo, sino que están tan profundamente inmersos en el mundo que no distinguen entre él y ellos mismos”. – Karl Ove Knausgard