Hola, ¿cómo estás?
Algunas cosas antes de comenzar con la Bitácora de hoy:
Feliz 2023
Después de un año de pausa, la cuenta de Instagram de Shiftseven vuelve a tener actividad. Este es el primer paso de muchas cosas increíbles que tenemos preparadas este año para seguir ayudando a diseñadores digitales a alcanzar sus metas profesionales.
Si te gustan los temas que trato acá, o te interesa aprender más sobre UX, creatividad y desarrollo profesional estás en el mejor momento para seguirnos. Podes hacerlo clickeando acá. No te olvides de compartirle la cuenta a las personas que creas que le puede llegar a servir.
Ahora si, comencemos.
Desde muy chico sentí que tenía un defecto que con el correr de los años lo resignifiqué como una virtud: no soporto tener que pedir permiso para hacer lo que quiero.
Esa actitud que a simple vista podría interpretarse como soberbia, desafiante y de muy mal gusto, comenzó siendo el detonante de varios conflictos que tuve a lo largo de toda mi adolescencia para terminar siendo la causa de la mayoría de mis éxitos profesionales.
Me acuerdo que en quinto año de la secundaria con mi novia de entonces nos habíamos enterado que nuestra banda favorita iba a celebrar el día de la primavera en un festival a las afueras de la ciudad. Resulta poco decir que estábamos eufóricos con la idea de pasar el 21 de septiembre en un festival de rock escuchando la música que nos hacía arder las venas durante nuestra adolescencia. No queríamos ir, teníamos que estar ahí.
Por mi parte cumplí correctamente con el protocolo y les avisé a mis padres sobre el plan, cosa que no les quedaba otra que aceptar porque sino hubiese ido igual. Pero mi novia no corrió con la misma suerte. Su madre, que mucho no le agradaba, se negó rotundamente a la idea de que su hija se tomara un colectivo conmigo para ir a pasar el día de la primavera a las afueras de la ciudad.
Indignado con la respuesta que recibió, le dije –o mejor dicho le insistí– que si ella estaba de acuerdo fuéramos igual. Y así fue. Les dijimos que íbamos a pasar el día en lo de unos amigos y nos tomamos un colectivo con destino a la gloria. Una locura total.
Fue el mejor día de la primavera de nuestras vidas. Al terminar el recital, la banda decidió bajar al predio y cuando los vimos caminando como unos mortales más (a esa edad es muy fácil confundir a los artistas con semidioses) corrimos desesperados a sacarnos una foto con ellos. Hasta me animé a abrazar al cantante y agradecerle por haberme salvado la vida (?
Ya en el colectivo de regreso a casa no podíamos bajar la euforia con nada. No hacíamos más que recordar cada momento que se nos había quedado grabado en la retina por miedo a que no se nos olvide ningún detalle. Nos habíamos salido con la nuestra y en buena hora que decidimos hacerlo.
Pero el hechizo desapareció en el instante en el que abrimos la puerta de la casa de mi ex novia y entramos. Ahí estaba su madre, mi ex suegra, sentada viendo como su enemigo, ahora declarado, ingresaba a su propiedad con su hija. Nos habían descubierto, ¿pero cómo?
Resultó que un amigo de sus padres estaba en el mismo festival y el muy alcahuete no tuvo mejor idea que avisarles que nos había visto allá. De repente, el plan perfecto de dos adolescentes desobedientes e inmaduros se vio frustrado por las causalidades del destino.
Como sospecharás, el desenlace no fue el más conveniente para ninguno. Mi ex novia terminó peleada con su madre y yo discutiendo con ella por no haber tenido razones claras para no dejarla ir y por la forma en la que la trató cuando volvimos. A pesar del momento incómodo que vivimos, todavía pienso que de no haber desobedecido nos hubiésemos quedado sin esta experiencia increíble para recordar.
¿Pero por qué cuento esta historia de inmadurez y rebeldía adolescente? Primero porque es graciosa, por momentos inocente, y porque me recuerda lo poco bien que me caía esa señora. Segundo, porque la moraleja de esta experiencia es, creo yo con mi personalidad terca, que uno tiene que hacer lo que siente que tiene que hacer sin andar por la vida esperando que el resto nos de permiso para hacerlo.
Vamos a un caso más actual y concreto que es, en definitiva, el punto al que quiero llegar.
¿Les suena este chico?
Si hay algo que no deja margen de duda sobre Gonzalo Julián Conde, más conocido en el mundo entero como Bizarrap, es que es alguien con un enorme talento como productor musical.
En una de las tantas entrevistas que le hicieron, Bizarrap contó que de chico siempre le gustó la música y algo que le incomodaba cuando empezó la universidad era la idea de tener que dedicarse a un trabajo que no tuviera nada que ver con esa expresión artística. Estaba cursando los primeros años de la carrera de marketing en la UADE.
¿Te imaginas lo que hubiese sido de la suerte de Bizarrap si hubiese enfocado su creatividad y energía en hacer proyectos para presentar a discográficas a ver si conseguía un trabajo lo más cercano posible a un productor? ¿O peor aún, si hubiese esperado a conseguir un trabajo en una discográfica para finalmente considerarse a sí mismo un productor?
En cambio, Gonzalo decidió llamarse productor desde el primer día en el que empezó a crear canciones con la ayuda de videos de Youtube y optó por tomar un camino más arriesgado pero infinitamente más placentero y poderoso.
Gonzalo sabía que lo suyo era producir canciones, lo que no sabía ni disfrutaba era componer las letras y cantarlas. ¿Entonces que hizo? Invitó a sus amigos y conocidos artistas a participar de un proyecto personal que consistía en grabar canciones en el cuarto de su casa para luego subirlas a su canal de Youtube. El proyecto se llamó Bizarrap Sessions y hoy tiene más de 17 millones de suscriptores.
Hoy artistas ganadores de cuantos Grammys y premios te imagines, pero que en esa época recién comenzaban como él. Bizarrap creció a la par de ellos y mutuamente se ayudaron en su evolución artística. Constancia en el proyecto, fé en lo que hacía e inteligencia en sus decisiones lo llevaron a convertirse en uno de los productores más importantes de su generación.
Pero lo que vemos afuera es distinto. Vivimos en una sociedad que nos hace creer que para ser o hacer algo primero necesitamos que alguien nos de permiso para hacerlo. Un título universitario, un trabajo, un jefe, una persona. Este mecanismo de pensamiento, no solo es terriblemente ineficiente sino que también nos encasilla en modelos predecibles de carrera.
Lo más fabuloso e irónico de todo esto es que nunca en la historia de la humanidad tuvimos tanta libertad para hacer lo que queramos sin pedir permiso. Hoy podemos publicar artículos sin trabajar en un medio, podemos lanzar discos sin firmar un contrato discográfico, podemos diseñar productos digitales sin trabajar en una startup. ¿Entonces qué nos detiene?
Si sabes hacer algo, seguramente hay otra persona que se puede beneficiar de eso y cuando eso sucede el beneficio siempre es mutuo.
Jack Butcher es la cabeza detrás del proyecto Visualize Value. Después de varias frustraciones con su agencia digital, decidió hacer las cosas de una manera diferente.
Jack identificó que era muy bueno ayudando a personas a simplificar ideas complejas utilizando el lenguaje visual. Le pareció una buena estrategia focalizar sus servicios en este nicho y así fue como nació Visualize Value.
En vez de esperar a que lleguen los clientes para demostrar su talento, el diseñador comenzó a subir todos los días a Instagram piezas que representaran de manera gráfica frases y reflexiones de escritores, filósofos y pensadores. En 6 meses la cuenta explotó de seguidores y hoy vive de su comunidad y proyectos personales.
Para llevar las cosas un poco más lejos, Jack comenzó a crear gráficas a partir de las ideas de @naval, el famoso emprendedor y pensador que es furor en Twitter. Asombrado por la originalidad de sus diseños comenzó a retwittearlos multiplicando la exposición de su trabajo a una audiencia que nunca antes había tenido.
Al poco tiempo, el diseñador le propuso crear un libro basado en sus reflexiones con sus propias ilustraciones, que terminó convirtiéndose en uno de los mejores libros que vas a leer en tu vida: Almanack of Naval Ravikant.
Hacer cosas sin pedir permiso es uno de los actos más liberadores que podes hacer. No existen límites más que los que vos te pongas para tu proyecto.
Tu talento es tu tesoro y no hay nada más poderoso que compartirlo con otras personas talentosas. Comenzá a subir contenido que refleje lo que sabes hacer, unite a comunidades, apropiate de algo que te haya parecido interesante y fijate cómo podes mejorarlo. Después compartíselo al autor original y mirá qué pasa, sin expectativas. Las posibilidades son infinitas.
Buscá maneras de apalacarte con los mejores y de involucrarte en cosas que te inspiren.
En definitiva, se trata de diseñar el curriculum que siempre quisiste tener. Y para eso, no necesitas pedirle permiso a nadie.