Podría hablar horas sobre este tema. No porque haya descubierto la fórmula secreta para descifrar facilmente la razón de nuestra existencia, sino porque desde que tengo uso de razón siempre me he atormentado con la pregunta “¿qué hacer con mi vida?”.
Cuando uno pasa tanto tiempo escarbando sobre una pregunta como esta, con el tiempo va encontrando cosas. Algunas tienen forma de piedras ordinarias que si se observan con atención en realidad son preciosas en su contenido, y en ciertas oportunidades, casi por sorpresa, encuentra luz.
Algo de esa luz es lo que te quiero compartir hoy.
En otro correo te conté la historia sobre cómo llegué a desarrollar mi pasión por la tecnología y el diseño. Todo comenzó gracias a una computadora de escritorio sin usar que tenía mi padre en su oficina y que tomaba prestada cada vez que lo acompañaba a su trabajo los fines de semana.
Durante esa época mi papá me contaba, con refinado detalle y entusiasmo, historias sobre el origen de las computadoras, un monstruo llamado IBM y particularmente sobre una persona que en ese momento lo estaba revolucionando todo: Bill Gates.
Como la ley de causa y efecto, a esa edad Bill Gates era para mi la personificación real del empresario exitoso detrás de la máscara de Batman. Hoy pienso todo lo contrario, pero eso lo dejaré para otro correo.
A partir de ese momento, lo único que quería hacer con mi vida era algo que sea tan grande como lo que estaba haciendo Bill Gates. Quería ser como él, quería el poder que gozaba él y sobretodo, quería cambiar el mundo como lo estaba haciendo él.
Con semejante ambición dando vueltas por mi cabeza, era natural que una vez terminada la universidad me entregara por completo al mundo de los emprendedores y las startups. Era mi lugar en el mundo y el semillero perfecto donde podía sembrar con seguridad mis sueños.
Pero con el correr de los años me fui enamorando de otros intereses y otras inquietudes. Empecé a tener otros referentes.
La vida es un infinito mar de estímulos y muchas veces me pregunto cuánto control tenemos sobre aquellas cosas que despiertan nuestra atención y nos atraviesan tan hondo al punto de moldearnos como personas.
De repente, lo que durante tantos años fue un faro de significado y guía para mi vida, de la noche a la mañana ya no brillaba con la misma intensidad que antes. Estaba poniendo en duda todo el relato que había construido alrededor de emprender y construir un imperio tecnológico. ¿Cómo podía ser posible? ¿Quién soy ahora?
El primer gran error, descubrí con los años, es definirnos por lo que hacemos. Fundamentalmente, porque lo que hacemos supone una radiografía de nuestros intereses en el presente.
El segundo gran error, es continuar haciendo algo que ya no nos interesa en el presente simplemente por estar arrastrados por la inercia de la costumbre. Peor aún, sostenerlo porque creemos que es lo único que podemos o sabemos hacer.
Por eso, desde mi punto de vista, es muy importante reconocer dos cosas:
Que todo proyecto, carrera o emprendimiento tiene que ser un vehículo de construcción de quienes somos y qué podemos llegar a ser.
Que todo lo que somos y hacemos en el presente está conducido por nuestros valores, o mejor dicho, por aquello que más importancia le damos en nuestra escala de prioridades.
Una de las ideas más poderosas que alguna vez leí es la siguiente:
La mejor manera de crear tu futuro ideal es trayéndolo al presente.
Esto significa, poder dedicar tiempo del día al estilo de vida que te gustaría tener haciendo las mismas cosas que harías en ese futuro ideal pero a una escala más pequeña.
Por ejemplo, mi futuro ideal consiste en tener control total sobre el uso de mi tiempo y alcanzar la libertad financiera con mis propios proyectos y creaciones . El secreto, entonces, consiste en destinar algunas horas del día a vivir como si ese futuro ya existiera: bloqueando tiempo exclusivamente para mi, trabajando en proyectos que pueda monetizar y creando contenido de valor para mi comunidad.
Cuando traes acciones específicas de tu futuro ideal al presente, literalmente estás invirtiendo tu energia en ese estilo de vida que deseas. Cuanto más se sostiene en el tiempo, más vívida y real se volverá esa imagen.
Pero volvamos un poco atrás. Si lo que hacemos en el presente está conducido por nuestros valores, ¿cómo saber si lo que estás haciendo de tu vida está alienado a esos valores?
Para responderte esa pregunta te propongo hacer un ejercicio.
Tomá una hoja de papel y hacé una lista de las 5/7 cosas que más valoras al momento de embarcarte en un nuevo proyecto o trabajo.
A modo de ejemplo, actualmente estas son las cosas que estoy valorando:
Conocimiento: ¿Aprenderé algo nuevo o desarrollaré alguna nueva habilidad con este proyecto?
Influencia: ¿Me ayudará a cultivar una audiencia que luego podré capitalizar?
Impacto: ¿Estoy influenciando positivamente en la vida de alguien?
Libertad: ¿Me permitirá gestionar mis tiempos o recursos con libertad?
Dinero: ¿Me ayudará a tener mejores ingresos?
Talento: ¿Me desafiará lo suficiente para desarrollar mejor mis habilidades y talentos?
Relaciones: ¿Podré vincularme con personas con valores de vida similares?
Armá la lista con la absoluta confianza de que puede cambiar en el futuro. Como me sucedió a mi, lo que hoy valoras puede no ser relevante para vos en el futuro y eso está bien.
Una vez que hayas identificado los valores más importantes para vos, es momento de que los organices en escala de prioridades ubicando los más relevantes arriba.
La forma en la que organices tu lista es más importante de lo que parece. Por ejemplo, muchas veces valoramos más el dinero que el desarrollo de conocimiento y talento al momento de emprender un nuevo proyecto. Sin embargo, al principio el dinero es lo que más tarda en llegar y si tu atención está puesta en este valor por sobre el crecimiento terminarás por frustrarte y darte por vencido.
Ahora que ya organizaste tu lista, lo último que queda por hacer es revisar el proyecto que estás considerando emprender o el trabajo que estás pensando aceptar y marques con un check aquellos valores que creas que podrán ser alimentados por esta nueva aventura.
Haber hecho este ejercicio por primera vez fue un antes y un después en mi vida. De repente, comencé a sentir que tenía más claridad sobre lo que quería y mayor control sobre la dirección que estaban teniendo mis decisiones.
Resulta necesario detenerse un momento a aterrizar aquello que valoras para tu vida y trabajar cada día para traer tu futuro ideal al presente. Básicamente, porque si no estás trabajando para tu futuro, es probable que lo estés haciendo exclusivamente para el de alguien más.
De todas maneras, debo confesar que a pesar de haber sido de gran ayuda el ejercicio para tomar mejores decisiones, en más de una ocasión la fuerza del miedo y el temor por fracazar en un camino nunca antes explorado me paralizaba al punto de poner en duda todo lo que quería.
En más de una oportunidad dudé si efectivamente tenía que perseguir esa ambición que tenía en vez de ir por lo seguro y conocido. Hasta que un día escuché este fragmento de una entrevista a Jeff Bezos:
Dos minutos que transformaron por completo mi manera de ver los riesgos que tomo en la vida.
En pocas palabras, la pregunta que instala Jeff Bezos es la siguiente:
¿Cuáles son las decisiones que puedes tomar hoy para minimizar el arrepentimiento cuando tengas 80 años?
Lo poderoso de esta pregunta es que cuando tu objetivo está puesto en minimizar tu arrepentimiento futuro, sabrás con seguridad que estás tomando decisiones para maximizar tu satisfacción en el presente.
Por eso es tan importante emprender proyectos en base a tus valores actuales y no a una imagen o relato ficticio que puedas tener sobre algo. Porque satisfacer tus valores te conduce a una vida más coherente con quién sos hoy y en consecuencia, más gratificante.
Tal vez en un futuro regrese mi deseo por tener mi propia empresa, pero si hoy valoro otras cosas que van en una dirección contraria a eso, entonces no tiene sentido postergar un día más de mi vida haciendo algo que no me hará feliz.
Como dije antes, tus valores pueden cambiar con el tiempo y eso está bien. Lo importante de este ejercicio es que puedas identificar qué cosas valorás hoy para poder trabajar en aquello que satisfaga tus prioridades de vida y así minimizar tu arrepentimiento futuro.
Y todo esto nos deja en un punto interesante de la reflexión:
¿Cuántas veces hemos hecho cosas por la razón equivocada?
Muchas veces tomamos decisiones importantes como emprender un proyecto o trabajar para una empresa porque creemos que eso nos dará seguridad, status o grandes volúmenes de dinero.
No me malinterpretes, no quiero decir que todo eso este mal. Pero supongamos que al final terminas consiguiendo eso. ¿Qué sigue después?
En mi experiencia, si tu objetivo principal era alcanzar seguridad, status o riqueza, cuando lo obtengas no será suficiente para lograr satisfacción sostenida en el tiempo.
Hacer algo que disfrutas y está en sintonía con lo que valoras, poner a prueba tus habilidades para crecer y convertirte en mejor persona ayudando a los demás a ser mejores, eso si es satisfacción sostenida en el tiempo.
Estoy convencido que la riqueza, seguridad y status llega como consecuencia de vivir una vida plena y en armonia con nuestros valores. No es algo que se busca, simplemente llega cuando menos lo esperas.
En definitiva, lo mejor que podemos hacer con nuestra vida es actuar en consecuencia a lo que nos mueve en el presente, en vez de identificarnos con una imagen limitada de lo que se supone que deberíamos ser.
Oscar Wilde ya lo dijo mejor que cualquiera de nosotros:
“Si quieres ser un almacenero, un general, un político o un juez, invariablemente te convertirás en eso; ese es tu castigo. Si nunca sabes qué quieres ser, si vives lo que algunos llaman la vida dinámica pero que yo llamo la vida artística, si cada día no estás seguro de quién eres y qué sabes, entonces nunca te convertirás en algo, y esa es tu recompensa.”
No somos sustantivos. Somos verbos.
No somos. Hacemos.
Y lo que hacemos puede cambiar con el tiempo.