Qué difícil es soltar el control. Por momentos me desespera.
Desde que comenzó el año que siento que estoy dentro de un laberinto en medio de la noche.
No tengo idea donde está la salida, pero si no camino no podré salir nunca.
Entregarse a la creación de algo nuevo es precisamente eso:
No tener idea lo que estás haciendo hasta que descubriste algo que funciona y sobre eso seguís creando.
Por eso me gusta creer que el éxito es un destino al que solo las personas de fe llegan.
Porque el talento sin fe no alcanza.
Porque ante tanta incertidumbre y preguntas, sin fe te volvés loco o abandonas en la primera.
Sobretodo cuando no tenés idea cuando llegará ese momento.
Anoche hice un ejercicio para no volverme loco:
Intenté ver mi vida en plano cenital.
Ver todas las cosas que me rodean y constituyen lo que llamo vida en un instante. Mi familia, mis padres, mis hermanos, mi pareja, mis amigos, mi equipo de running que tengo abandonado desde que entré a este laberinto. En fin. Todo.
Me los imagine en fila. Uno por uno. Caminando hacia mi y sonriéndome cuando me veían.
Escribo esto y me emociono.
Hacer este experimento me dio perspectiva.
Porque cuando entramos a un laberinto para crear algo nuevo es muy fácil perderse.
Es muy fácil dejarse llevar por la ansiedad que te da tener todo resuelto. Tener todo claro. Saliendo triunfante como lo hizo Teseo después de matar al Minotauro.
Es fácil olvidarse que mientras tenemos la atención tan puesta en la otra boca del laberinto, todo eso que llamamos vida también se pasa.
Creemos que el éxito se reduce a salir del laberinto triunfantes y nos olvidamos de lo exitoso que somos en muchas otras cosas.
Entender esto no solo te baja mil revoluciones, sino que es necesario para seguir adelante.
Porque cuando todo es experimentación y resultados a base de prueba y error, el alma necesita aferrarse a algo seguro.
Y eso seguro, aunque no lo creas, es todo lo que te rodea, te sostiene y te hace bien.
Los amigos que te escriben para saber cómo estás, el abrazo de tu pareja, las salidas a caminar por el parque.
No podemos perdernos todo eso mientras creamos, porque hacerlo es perdernos a nosotros mismos.
La gracia de entrar al laberinto no es haber logrado salir, sino hacerlo siendo mejores.
Nos ponemos objetivos ambiciosos no para alcanzarlos, sino por admiración a la persona que nos convertiremos en el camino por llegar a esa meta.
El destino es irrelevante. El proceso es lo que importa.
Y cuantos más laberintos salgamos, más experiencia tendremos para lidiar con la expectativa y la incertidumbre.
Nuestro trabajo como creadores y emprendedores es experimentar posibilidades. Para eso, necesitamos permitirnos la falla y la ineptitud.
Porque mientras haya movimiento, habrá progreso.
Pero no podemos obsesionarnos con la salida. Porque al hacerlo dejamos de prestarle atención a todo lo bueno que nos rodea.
Y nos olvidamos que lo único que te saca del laberinto aquello que está con nosotros.
Como lo hizo el hilo de Ariadna para sacar a Teseo.
Una cita para reflexionar
“Tu primer paso es sólo eso: el primero de muchos pasos. Durante mucho tiempo me quedé quieta, con miedo de moverme en cualquier dirección porque no estaba segura de cuál era el rumbo que quería seguir por el resto de mi vida. Finalmente, alguien me explicó que mis primeros pasos no necesariamente determinaban un camino para todos mis mañanas. Habría más decisiones y más oportunidades para hacer un cambio si fuera necesario”. - Ashley C. Ford
Un episodio del podcast
PD: Estoy preparando algo para pequeños estudios de diseño y profesionales freelance que me tiene demasiado entusiasmado. Por lo pronto, guarda esta fecha.